LECCIONES DE VIDA Y MUERTE
- mirandaraziel
- Aug 3, 2022
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Algunos desiertos están llenos de vida —aunque no siempre sea fácil observarla a primera vista— y otros están atravesados por la muerte —como ocurre con el de Sonora en el que reposan los restos de decenas de miles, cuando no cientos de miles, de migrantes que trataban de alcanzar Estados Unidos—. Algunos permanecieron inaccesibles para los viajeros occidentales hasta hace muy poco y otros, como la Ruta de la Seda, llevan siendo recorridos desde hace siglos por la humanidad.
Al igual que las montañas, los desiertos son lugares inhóspitos, pero, están muy vivos (siempre que la humanidad no haya pasado por ahí como las siete plagas de Egipto). Sin embargo, vivir en esos espacios vacíos y áridos requiere un profundo conocimiento del terreno, un enorme esfuerzo para saber aprovechar los recursos, un respeto hacia el equilibrio de un mundo natural siempre precario y una gestión responsable y austera del medio. Paul Bowles, narrador estadounidense afincado hasta su muerte en Tánger, profundo conocedor del Sáhara, explicaba así la existencia de los oasis en uno de sus libros más bellos, Cabezas verdes, manos azules (Alfaguara, traducción de Guillermo Lorenzo): “Esos bosques de palmeras datileras son ante todo una creación del hombre y pueden continuar existiendo solamente si la labor de irrigación del terreno se mantiene implacablemente”.
Cuando se le pregunta al viajero William Aktins por lo que se puede aprender de los pueblos del desierto, capaces de crear y de mantener durante siglos los oasis, responde: “Podemos aprender la austeridad, la austeridad buena, quiero decir. También la diferencia entre lo que necesitamos para sobrevivir y lo que necesitamos para prosperar, comprender el entorno en el que vivimos en cada momento. En cualquier caso, podemos aprender muy pocas cosas sin hablar con la gente que habita esos lugares, dependemos completamente del conocimiento de otras personas, como los beduinos de la península arábiga. En un desierto lo que necesitas es conocimiento y eso solo te lo pueden transmitir aquellos que llevan toda la vida ahí. Al final, lo que necesitas para sobrevivir en el desierto son amigos”.

Desierto de Sonora (Licencia: Commons).
Los grandes libros del desierto
El desierto es un espacio lleno de vida y también de literatura. Se podría argumentar que el primer gran libro nacido del desierto es la Biblia, sobre todo el Antiguo Testamento. Es una literatura que se ha ido nutriendo de exploradores, pero también de novelistas, como los citados Saint-Exupéry, Bowles (autor también de El cielo protector o de Déjala que caiga) o, por qué no, Hergé, quien puso a sus personajes a caminar sobre un paisaje interminable de dunas en Tintín en el país del oro negro. Pierre Lotti, Edward Abbey, Luis Sepúlveda, Jean-Marie Le Clézio o Dino Buzzati son otros grandes novelistas del desierto.
Atkins cita a numerosos exploradores en su libro, empezando por Wilfred Thesiger y su clásico Arenas de Arabia y, naturalmente, T. E. Lawrence y sus Siete pilares de la sabiduría, pero preguntado sobre aquellos con los que se queda, elige dos. “Isabelle Eberhardt, la maravillosa escritora ruso-francesa argelina que, por supuesto, murió muy joven en el desierto, en Argelia, tierra que también inspiró inúmeros ensayos de Albert Camus. Como él, Eberhardt era alguien que no podía sentirse en casa en ningún lugar de Europa. Sin embargo, en el desierto encontró un paisaje que se ajustaba a su carácter de alguna manera. Y un lugar al que podía llamar hogar. Escribe sobre él sin ningún tipo de romanticismo, sentimentalismo o autocomplacencia. Pero entiende el paisaje y honra a la gente que vive allí”, señala. “El otro es un autor relativamente moderno, Sven Lindqvist, que escribió sobre Maralinga en Australia y también sobre el Sahara. Es importante porque supo explicar el motivo por el que estos lugares vacíos y marginales ocupan un espacio geopolítico muy importante”.
Fuente: Guillerme Altares, "Desiertos de la vida y de la muerte: las lecciones que esconden los páramos en un mundo que se seca", ElPaís, Julio 2022.



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